ETANA MYTH
ETANA MYTH | 100 x 81 cm | Mixta sobre tela | 2005
El mito de Etana, de origen sumerio, que con toda probabilidad data del 2500 antes de J.C., nos ha llegado prácticamente intacto. Cuenta con dos escenarios que al fin confluyen.
El primero relata la difícil convivencia entre un águila y una serpiente que habitaban en el mismo árbol. Ambas decidieron pactar el cese de sus feroces luchas al ver sus respectivas crías la luz. Pero el águila traicionó a la serpiente y devoró sus pequeños. La serpiente se dirigió entonces a los dioses para implorar su ayuda y éstos le ordenaron ascender la montaña, donde encontraría un búfalo muerto y en cuyo interior debía esconderse para esperar que el águila viniera a por los despojos. Así lo hizo y consiguió arrojar al águila a un profundo foso que cubrió con rastrojos para verla morir.
El segundo escenario representa una remota época donde aún no existían reyes en la tierra que disputasen el poder a los dioses. Pero llegó un día en que los dioses decidieron delegar ese poder, y designaron a un hombre para que reinara sobre el resto de mortales. A tal fin eligieron a un pastor, Etana. Éste fue proclamado rey, pero tras largos años, Etana comprobó que le era imposible tener descendencia. Para evitar interrumpir la línea dinástica que los dioses habían creado decidió implorar a Shamash rogando le concediera la hierba divina del alumbramiento para su esposa. Shamash se apiadó y le aconsejó subir a la montaña, donde encontraría respuesta a su petición. Fue ahí donde Etana encontró el águila en el foso, herida y débil. Etana curó y alimentó al águila hasta su recuperación. En agradecimiento el águila, ocho meses después, se ofreció a elevar al pastor-rey a los cielos en busca de la hierba mágica.
Tras esa aparente ingenua fábula, descubrimos la extrema importancia que en un momento de la historia significó el establecimiento de las líneas dinásticas, resultando necesario que se elaborara semejante mito para proclamar la intervención divina en la designación de los reyes, abriéndose así la vía de las estirpes hereditarias, en un claro intento de erradicar el matriarcado; sistema que, contextualizado muy probablemente en un período de transición del Neolítico a la Edad de los Metales, ya no ofrecía la aglutinación de poder y control que requería el incipiente comercio a larga distancia de aquellas sociedades tribales.
The myth of Etana, of Sumerian origin and which, probably, dates to 2500 before Christ, has reached us practically intact. It has two scenes that finally converge. The first one relates the difficult coexistence between an eagle and a snake that inhabited the same tree. Both decided to make a pact to stop their ferocious fights, when their respective young were born. But the eagle betrayed the snake and devoured her young. The snake then went to the gods to implore their help and these ordered her to climb the mountain, where she would find a dead buffalo and in whose interior she must hide to wait for the eagle to come for the spoils. She did this and was able to throw the eagle into a deep trench, which she covered with waste in order to see it die.
The second scene represents a distant time in which kings who disputed the power of the gods did not yet exist on the earth. But the day arrived when the gods decided to delegate their power, and they designated a man to reign over the rest of the mortals. For this they chose a shepherd, Etana. He was proclaimed king, but after many years, Etana found that it was impossible for him to have descendants. To avoid interrupting the dynastic line that the gods had created, he decided to implore of Shamash that he should grant the divine herb of childbirth to his wife. Shamash took pity and advised him to climb the mountain, where he would find the answer to his request. It was there that Etana found the eagle in the trench, wounded and weak. Etana treated and fed the eagle until it recovered. In thanks, the eagle, eight months later, offered to carry the shepherd-king to the skies in search of the magic herb.
By means of this apparently frank fable, we discover the extreme importance of the establishment of dynastic lines at one time in the past; it being necessary to elaborate a similar myth to proclaim a divine intervention in the appointment of kings. Thus was opened the hereditary route to blood lines, in a clear intent to eradicate matriarchy; a system that, contextually, was very probably in a transition stage between the Neolithic period and the Iron Age, as this no longer offered the coming together of power and control required by the incipient long distance trade of those tribal societies